Conjunto de huellas

domingo, 5 de febrero de 2017

Todo acaba con principios

Habría brotado aquel sentimiento. El que experimentaba a veces junto al mar. Desembarcos, gaviotas graznando en la estela, aquellas sirenas lastimeras. La repentina conciencia de que una podía zarpar hacia aquel azul infinito y empezar de nuevo en otro lugar. Porque siempre hay un lugar donde perderse para encontrarse. O dejar que te encuentren

Después de un tiempo en continua travesía buscando quién sabe qué, un faro consiguió traerme de vuelta a casa. Cuando se da por perdida la dirección del timón, cuando tienes la sensación de que el barco se va a pique, llega tu guía. Llega la luz. Llega la respuesta que estabas esperando. Entonces toca atracar en puertos desconocidos donde pasar la noche y disfrutar de las madrugadas. Y no es que sea sencillo. Bien sabe el marinero que vuelve después de haber zarpado que, quien quiere que le extrañen, se arriesga a que le olviden. O el pirata, que por fin ha logrado entender que no se puede saquear a una alma dolida porque no volverá a cicatrizar jamás. 

Pero siempre acabamos echando el ancla con la esperanza de que sea la definitiva. Hasta que llega la tormenta, pero nunca la calma. Y entonces decides volverte a perder navegando. Encuentras islas que prometen ser tu hogar, el paraje idílico que siempre habías soñado, pero que resultan ser meros espejismos al fin y al cabo. A veces no es cuestión de suerte, sino de estar ahí en el momento y el lugar apropiado. De hacer las cosas que te juraste no volver a repetir nunca y callar aquellas otras que te aterran de miedo. Dejarte llevar hasta donde quiera la corriente. 

Y ahí estaba yo, con una cinta de advertencia rodeando a mi corazón. Pensando en qué tiene ese No que me hace quererlo tanto. Así sin más, he decidido saltar por la borda siendo consciente de que tú eres el salvavidas y también eres el agua. Quizás nos hundimos en esto pero nunca ahoga lo que nos hace bien. Inventaremos mareas que sólo nosotros podremos superar. Paciencia, te responderé. Todo lo que das vuelve. ¿O acaso el mar no retorna todo lo que no quiere a la orilla? 



Habría brotado aquel sentimiento. El que experimentaba a veces junto al mar. El de saber que he conseguido seguir a flote a pesar de todo y a expensas de nada o nadie. Que alguien ha encendido mi faro y me espera en la arena, junto al embarcadero. Cuánto tiempo esperándote. Cuánto espero navegar a tu lado. Tira el ancla por mí, que yo ya he saltado y no hay marcha atrás.