Conjunto de huellas

lunes, 26 de agosto de 2013

The summer skies


Supongo que hasta el día de hoy, cuando sólo falta menos de una semana para despedirte del que ha sido tu mes favorito en todo el año, no eres consciente de que el tiempo ha ido pasando. Unas veces más deprisa, otras más lento. Pero a pesar de esa relatividad, ha pasado. Que todo eso de las mañanas con un toque de sal, los atardeceres desnudos frente al mar y las noches de hamaca acompañadas del leve sonido de las olas, dentro de poco quedará aparcado en una esquina de tu habitación. Para que puedas echarlo de menos. Para que sonrías cada vez que lo recuerdes.  

Y es que a fin de cuentas, cada verano es único. Tanto por lo que hacemos como por el quien y el cómo lo vivimos. Hay veranos bañados en ron y algún que otro cóctel donde solo importan las locuras que se cometan. Hay veranos que desapareces porque simplemente necesitas encontrarte a ti mismo. Y otros, mis favoritos, en los que decides irte a cualquier lugar para descubrir aquello que meses atrás eras ni siquiera capaz de ver. Todo el mundo necesita uno y quien lo niegue, se engaña.

Cuando estás quieta en un punto donde todo te parece siempre lo mismo, donde gritas con todas tus fuerzas pero nadie levanta la cabeza, cuando hasta el aire te ahoga. Es entonces, cuando necesitas viajar. Viajar para cambiar no de lugar, sino de ideas. Dejar que el teléfono suene encima de la mesa porque ya no importa quien esté detrás. Quedarte de pie al lado de la parada de bus mirando cómo lo acabas de perder. Sentarte en un banco de un parque con el paraguas en la mano mientras la lluvia te empapa la ropa. 
El verano es esa oportunidad que te ofrece el año para poder cambiar de ideas. Y no te preocupes, porque si eso no ocurre tendrás un billete de vuelta a tu rutina en la mano el día 31. 

Ahí estaba yo. Con ese billete de vuelta y una maleta llena de mil ideas que había  recogido. O desordenado. Estaba dispuesta a encarar mi rutina con nuevas sensaciones; haber conocido a alguien por pura casualidad y que luego acabe siendo quien te haga ver la parte buena de las cosas cada noche o descubrir que la sonrisa de ese tímido chico con el que hablas apenas hace unos meses simplemente te encanta (entre muchas otras).
Fuera como fuera, pasado lo que hubiera pasado, me llevaba otro verano a casa en el bolsillo que sería inolvidable e irreemplazable





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