Conjunto de huellas

sábado, 5 de enero de 2013

El baúl de los recuerdos



Es gracioso cómo pasa el tiempo. Que ya me han pasado 15 primaveras y sigo creyendo en las noches como hoy que son mágicas. Que recuerdo perfectamente lo nerviosa que estaba y ni siquiera podía dormir. A la mañana siguiente era la primera en levantarse: miraba el reloj cincuenta veces y a la vez número cincuenta y uno me levantaba por la impaciencia y de puntillas en el suelo frío me dirigía al comedor. Allí, debajo del árbol y por todo el sofá, veía el montón de regalos amontonados en los que ponía mi nombre. Creo que nunca, nunca nunca aún he podido sentirme tan ilusionada como  en aquellos momentos en los que abría los regalos y descubría que era lo que yo había pedido. Y es que, dime querido lector, si en la vida has visto rostro más precioso que el de un niño mirando como por delante de él montados cada uno en su carroza pasan los Reyes Magos. O rostro más maravillado que el de una niña dándole su carta al Paje Real. Supongo que días como ese son los más importantes para uno cuando eres una inocente criatura con dientes de leche y una muñeca o coche en el bolsillo. Sería una igualación a el día de tu boda. 

Al mundo le hacen falta momentos así. Porque todos nos hemos sentido alguna vez así y todos llevamos el espíritu infantil dentro que sólo hace falta revivirlo. Por tan sólo una noche vale la pena dejar de preocuparnos por nuestros problemas, dejar de lado lo que nos obceca y vivir la magia antes de que se pierda. Eso está en nuestras manos. Como otro año más, hoy voy a ver a mis queridos ancianos barbudos con sus carrozas tirándome caramelos. Porque quiero volver a sentir esa chispa de cuando tenía 7 años. Porque no quiero tener preocupaciones. Esta noche NO.








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