Pasada esa fiesta a la que nosotros llamamos Navidad, llegamos a un punto
en el que se acerca empezar un nuevo año. Paras a pensar si este año realmente ha sido como te hubiera
gustado, si hubieras cambiado algunas cosas, si te hubieras arriesgado a tomar
otras direcciones. Luces de neón, mesas
llenas de comida, ese olor a sopa de tu abuela que tanto te gusta, una cocina
envuelta por el aroma del pollo en el horno, árboles con adornos en los
comedores… Sin duda es una de las épocas más familiares que hay. Durante estos días he sido un poco egoísta,
sí. No me he preocupado de mi alrededor.
Mi cabeza quizás estuviera en otra parte esperando una llamada que
finalmente llegó. Aquello que llevaba preparando durante todo este mes y que
tanto ansío que salga bien. De este tema ya habrán miles de líneas, frases o
escritos dedicados cuando llegue el
momento, será otro capítulo; ahora quiero dedicar este fragmento a una de mis
cosas más preciadas. Me he refugiado en aquellas personas que lo han dado todo por
mí y si te fijas, nunca te han dejado de lado. A pesar de ser quien seas,
fueras el ladrón más perseguido del país o un ebrio sin rumbo que hace
estupideces porque cree que eso es diversión, ellos te querrán igual que hayan
hecho siempre. Desde aquel primer momento que apareciste en una cuna siendo una criatura
frágil y desprotegida que descubría el mundo hasta que te conviertas en polvo que
se lleve el viento. Hasta entonces tengo todo ese tiempo para agradecérselo lo
mejor que pueda, llenarlos el corazón de miles de momentos juntos, de sonrisas
sinceras que dicen más que las palabras.
Hacía bastantes días que no escribía, hoy he vuelto a hacerlo. Perdón por
mi ausencia, he estado disfrutando del cariño que te dan las pequeñas cosas.
Espero poder ser egoísta en ese aspecto por mucho tiempo más.
"A veces solo es cuestión de cerrar los ojos
y dejarte llevar por los toboganes de tu mente"