Ha llegado la
lluvia y con ella el frío, el mal tiempo y el recuerdo de que el invierno no ha
hecho más que empezar. Hoy, mientras caminaba bajo la lluvia y ésta me empapaba
con cada gota he decidido que voy a volver a escribir. Mientras el frío
recorría mi cuerpo sin importarme y mi cabeza daba vueltas en su mundo lo he
decidido. Esta es la única manera que
tengo para desahogarme y sacar todo lo que tengo dentro, todo lo que estoy
deseando chillar pero sin embargo no puedo.
Sabes? Me han
pasado muchas cosas por la cabeza mientras me mojaba escuchando esa canción. He
pensado que debería enfadarme con él, pero no por lo que ha pasado sino porque
no ha cumplido su promesa. Me prometió un paseo bajo la lluvia y he tenido que
hacerlo sola. Me he sentido libre pero me faltaba su mano agarrando la mía, me
faltaba sentir su calidez que le hacía resplandecer como un sol. Era mi sol. Me
debe un paseo y ya no lo cumplirá nunca porque se ha ido. He pensado que tengo
mala suerte. O no sé si llamarlo suerte o cómo llamarlo. Nos pasamos la vida
esperando poder vivir una de esas “historias” como las de las películas,
encontrar a esa persona que haga que todo sea distinto con él y cuando aparece,
de repente se esfuma. Claro que no era normal que a mí me saliera algo tan bien.
He pensado que quizás soy yo la única que lo está pasando mal en todo esto y él se ha quitado un peso de encima. Es
inevitable pensar mil veces si él aún piensa en mí o si mira nuestras fotos o
si escucha canciones que le recuerden a mí o si se olvidará de mí. Pero yo no
puedo saberlo, ojalá pudiera. Cuando te
haces expectativas sobre algo que desconoces, lo vives aunque solo sea por un
instante y descubres que es incluso mejor que lo que habías imaginado, ya no
puedes continuar igual. No quieres continuar sin él porque lo hacía todo perfecto
y no ha sido suficiente. Nunca lo era. Y no era perfecto claro que no,
simplemente él lo hacía parecer.
¿Has visto
cuántas cosas pasan por la cabeza de alguien en un segundo? De hecho, la vida
es un instante y todo ocurre muy deprisa sin que nos dé tiempo a planear todo
lo que querríamos. Por eso cuando ocurren cosas inesperadas nunca estamos
preparados. Y cuando él apareció en mi camino no estaba preparada, quizás por
eso viví todo lo que viví sin ninguna preocupación de que algo saliera mal.
Simplemente porque no me había preparado. No sabemos volar pero tampoco
queremos caer. No sabemos amar, pero tampoco queremos que nadie nos enseñe.
Después he
vuelto al mundo real, la música ha seguido sonando y yo he seguido caminando
sola bajo la lluvia.
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